Te he dejado por la mañana en el colegio bajo la sospecha de que anoche escogiste Romeo y Julieta para poder embelesar a tus compañeras de clase, tú, soltero empedernido de seis años, incorregible y confeso. No obstante he conocido de tu boca al recogerte el primero en importancia de los motivos: la punzada certera que te ha supuesto la representación teatral que la semana pasada hicieron de la obra los alumnos de Bachillerato. Ellos comenzaron su adaptación por la escena V del Acto Primero: nos acabamos de quedar a las puertas.
¿Qué ha sido del afrentoso cariz de tu cornamenta? Varios centenares de hormigas espartanas cargan burocráticamente contigo hacia su hervidero de novedades decrépitas. Allá vas, como un maniquí desvaído, por el sol agriamente acribillado. Cuando rescaté anoche tu cuerpo exánime del agua te entregaba con desdén al furor canicular de esta ardiente comitiva. Tu porteado armazón deshidratado pesa menos hoy que la vida recién extinta ayer entre mis dedos.