viernes, 10 de enero de 2014

Para niños buenos

Twain, Historia de un niñito bueno: “Esta era la ambición de Jacob Blivens: aparecer en un libro de la escuela dominical. A veces lo incomodaba un poco darse cuenta de que los niñitos buenos siempre morían. Le encantaba estar vivo, ¿sabes?, y morir era lo más desagradable de ser un niño de estos libros. Sabía que ser bueno no era lo más saludable. Ser tan sobrenaturalmente bueno como los niños de los libros resultaba aún más fatal que una tuberculosis; sabía que ninguno de ellos había podido soportarlo durante mucho tiempo y lo mortificaba pensar que si lo ponían en un libro igual nunca lo vería, y que incluso si lo publicaban antes de que muriera no tendría éxito porque le faltaría la ilustración de su funeral en las últimas páginas. No podía ser un verdadero libro de escuela dominical si no incluía su discurso final en su lecho de muerte. Así que tuvo que hacerse la idea de arreglárselas lo mejor posible de acuerdo a las circunstancias: vivir rectamente, aguantar tanto como pudiera y tener listas sus últimas palabras para cuando llegara su hora.”
Wilde, El Príncipe Feliz: “Mi buena golondrinita –dijo el Príncipe-, siempre me hablas de cosas maravillosas, pero nada hay tan maravilloso como el sufrimiento de los hombres y mujeres. Ningún misterio tan profundo como el de la miseria.”

Lecturas navideñas

D., N., P.

Nikolái Gógol, La nariz [12/12/13]
Joseph von Eichendorf, De la vida de un inútil [25/12/13]
Marguerite Yourcenar, Cómo se salvó Wang-Fô [26/12/13]
Oscar Wilde, El gigante egoísta y otros cuentos [30/12/13]
Mark Twain, Historia de un niñito bueno. Historia de un niñito malo [2/01/14]